Mi reflexión sobre la indiferencia
hacen más daño que la aversión declarada”
(J.K.Rowling, la escritora inglesa,
creadora de Harry Potter)
Prefiero los errores del entusiasmo
a la indiferencia de la sabiduría
(Anatole France)
“Si tuviera que destruirte no me ensañaría
con el odio que podría sentir por ti,
sino que, primero, te demostraría mi indiferencia
y, después, me olvidaría de que existes”.
(Rusty Andecor)
“Gracias a que soy capaz de llegar al estado de la indiferencia sentimental, me sigo arriesgando a ser vulnerable ante las personas que quiero, pues en el fondo sé que no pueden destruir aquello en lo que creo
y que, por tanto, nunca podrán destruirme”
(P. S.)
El Diccionario de la Real Academia Española refiere el significado de Indiferencia como la ”Libertad absoluta que deja a la personatotalmente imparcial para escoger entre dos acciones opuestas, esto es, sin preferencia por ninguna de ellas”; mientras que define a loindiferente como aquella “acción que no importa que se haga de una forma o de otra” y, en otro contexto, a “aquel que no despierta interés o sentimiento alguno”.
Pero no hemos de disertar en esta reflexión sobre este concepto, sino sobre un origen más cercano a la debilidad y miserias humanas y sobre sus consecuencias en los sentimientos de las personas que sufren esa indiferencia de los demás y en la frialdad e insensibilidad de los que la experimentan y, tal vez, se complacen cuando se muestran distanciados e indiferentes.
Y es que “lo peor que alguien puede sentir por ti es la indiferencia; porque si alguien te odia es porque le has importado alguna vez”. Aunque no siempre esa indiferencia tenga porqué moverte hacia un resentimiento contra quien se muestra indiferente a ti, o destruir tu temple afectivo hacia un mundo que no te reconoce o te resulta ingrato.Leon Tolstoi decía “A un gran corazón, ninguna ingratitud lo cierra, ninguna indiferencia lo cansa”.
![]() |
Quizá nos mira con indiferencia |
Pero no es, quizá, la indiferencia del ser absorto habitualmente en su propio egoísmo y en su mundo malsano de codicia, ahogado por completo en su materialismo, el que nos preocupa, sino aquel que nos ha sugerido o proporcionado su abnegada disposición, su calor afectivo y su ofrecimiento desinteresado, en otros momentos pasados o en su aparente cercanía actual. Porque, decía Martin Luther King, “lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos”. Es el desencanto, el de los buenos amigos en los que creíamos, porque así se ganaron y acreditaron la razón para que confiáramos en ellos, lo que más nos desaliente y nos produce una mayor frustración.
Y es la fisura o el resquicio que se produce en la solidez de una relación humana, esa que sobreviene de los bajos instintos de nuestro condicionamiento, la que doblega la bondad de una relación personal, tales como el envanecimiento, la envidia, el egoísmo y el hedor de ese mundo vacío y falso que nos rodea, y de quien no solo te ignora inmerecidamente cuando dejas de servirle sino que, en ocasiones, se muestra frío y distante, como si te hubiera olvidado, porque es el arma que tiene para que con tu aflicción se alimente en él una carga de satisfacción morbosa, o para que cometas el error de entrar en su dinámica cínica y mezquina de actitudes análogas.
Quizá, la indiferencia, a veces, es producto de un desgaste afectivo, que termina en apatía, desgana o pasividad en una de las partes de ese tándem humano, cuya dinámica de entendimiento y de satisfacción emotiva deja de estar equilibrada, hasta el punto de producirse el deterioro o desaparición del interés del uno para el otro.
Si nos remitiésemos a “Mi reflexión sobre la amistad”, entenderíamos parte de ese deterioro que puede abocar en la indiferencia y que es tocante, tanto a los amigos, como a la familia o como a esas otras personas con las que hemos podido tener una relación sentimental o laboral. Porque si uno de los peligros de la amistad, o relación equivalente entre dos o más personas, es la envidia que se siente cuando percibimos el bienestar ajeno o la posesión de algo que nosotros codiciábamos, con descontento en nosotros de su suerte, la generosidad de los demás, que pretende compensar nuestro resentimiento o aversión, puede aún distanciar más la relación; pues no olvidemos que, a veces, la generosidad mata.
Pero recordemos, haciendo referencia a tales reflexiones, las situaciones equívocas que se producen en ese aparente desgaste en la relación humana, cuando no es la evidente y manifiesta indiferencia, como la causante de esa percepción, tales como las dificultades de la demostración afectiva en los demás hacia nosotros o la desconfianza que sentimos ante situaciones que muestran, tal vez difíciles para ellos, cuando exteriorizan ese signo de supuesta frialdad o desdén hacia nosotros, y sin que realmente sea así.
![]() |
Nada hay más frustrante que sentirse un amigo y no poderlo demostrar |
Pero es evidente, volviendo a la naturaleza de la dimensión que nos ofrece esa distante y fría indiferencia, que es también la consecuencia del resultado de un deterioro de calor afectivo, que va alejando progresivamente la comunicación, o la de un conflicto sentimental que, cargado de incomprensión, de antipatía o de inapetencia en la relación, hace distanciar esa comunicación hasta terminar en la indiferencia.
![]() |
(“Porque deseo herirte y que sufras, es por lo que habré de mantenerme lejano e indiferente a ti, y entiendas que, incluso, ignoro que existas”) |
Pero… si he de ser sincero, tampoco es este el contexto sobre el que, con más razón e interés, he pretendido disertar, en cuanto al origen menos deseable de la indiferencia y en cuanto a sus consecuencias tan perniciosas para los demás. Y es que sabemos que la indiferencia, por lo general, es consecuencia directa de la soberbia al pensar que somos más importantes de lo que en realidad somos. Sabemos que no hay mayor cobardía que la indiferencia por orgullo y falsa valentía cuando alguien nos defrauda o no colma nuestras expectativas o apetencias. Y entendemos que la indiferencia y el silencio es, a veces, la mejor respuesta a la provocación. Incluso, pretendemos ser indiferentes ante quien desaira nuestras atenciones o desprecia nuestra afectividad.
Y en este punto, me gustaría citar algunas de las consideraciones que me hace mi amiga, la escritora y poeta P. S.: ”Para mí, la indiferencia es necesaria como postura vital, como higiene física y mental de todo aquello que nos puede agredir y hacer tambalear nuestra capacidad de poder vencer todos los problemas y dificultades que encontramos en la vida. Si no fuésemos indiferentes a la “masa brutal”, indiferentes a la opinión general, indiferentes a todas las personas que pretenden obstaculizar nuestros sueños y proyectos, por su propio egoísmo o por envidia, indiferentes a sus pequeñas o grandes traiciones... ¿cómo íbamos a poder seguir siendo felices o a poder seguir buscando la felicidad? ... pues cuando somos niños, nos defendemos fingiéndola, porque aún no somos el blanco de los verdaderos problemas, pero cuando nos hacemos adultos nos damos cuenta de que esa indiferencia es un resorte necesario y auténtico para nuestra estabilidad emocional”.
-
P. S. terminaba diciendo que “el sentimiento de la indiferencia es positivo, pues aunque te duela te ayuda a dar por terminado un período de tu vida y a empezar con ánimo otra etapa, porque en ese mundo de las relaciones humanas es “lo que marca un antes y un después”. Y añadía que “es un estado al que se llega de forma natural y gradual después de un desengaño y que sirve de mecanismo auténtico de defensa en las personas sensibles, y no solo como actitud canallesca, intencionada o negativa; porque “el mal intencionado” nunca se muestra indiferente, sino que se limita a seleccionar al que quiere hacer daño; en cambio, “el bien intencionado” siente, o verdadero amor, o verdadera indiferencia, porque en este último caso ni lo percibe siquiera”. Y finalmente me ilustraba con esta cita: “Sin sentir indiferencia por algunos seres no podríamos amar localmente a otros”.
-
Pero, volviendo a mi perspectiva más transigente, no como mecanismo defensivo sino como actitud benévola hacia ella, contra la indiferencia está la virtud de la lealtad, por la que “en época de contrariedades y distanciamiento”, debe, incluso, ésta mantenerse; sin olvidar que la sublimidad de esa noble condición está en la disposición de no abandonar su apoyo y dedicación a pesar del olvido, indiferencia, abandono o, incluso, desprecio y hostigamiento de la persona a la que se es fiel.
Tal vez, no es necesario arriesgarse a entrar en la dinámica de responder ignorando al indiferente, porque corresponder con la misma actitud no resuelve nada, salvo demostrar quién es más orgulloso y soberbio, y solo destruye las expectativas de una reconciliación en la relación truncada. Tal vez, en esas otras ocasiones en que no es necesaria “poner la otra mejilla” ante la indiferencia, se puede ser más discreto y cauto, esbozando una simple pero elocuente sonrisa; pero no aquella con esa carga de ironía que sugiere tan sutilmente un mensaje tan poco “elegante” como el recibido desde la indiferencia. Pues decíaShakespeare “hay sonrisas que hieren como puñales”
![]() |
(La sonrisa es el escaparate del alma) |
![]() |
Una sonrisa alegra el corazón, mientras que la indiferencia lo lastima |
![]() |
"No guardes la sonrisa que puedas dedicar a tu amigo hoy, mañana no estará contigo si no le sonríes ahora" |
Y a propósito de sonrisa; no quisiera perder la ocasión de referirme a una de mis citas que escribí precisamente para mi reflexión sobre la sonrisa y que decía: “no guardes la sonrisa que puedas dedicar hoy, para mañana; porque solo podrás sonreír mañana si has sonreído hoy”. Como tampoco quisiera dejar de recordar aquellos versos que escribí, para vosotros, y que no deberíais olvidar. Y es que si puedes, trata de evitar caer en la fría y distante indiferencia, pues...
“... Si quieres que ese mundo
quizá extraño, inquietante
y turbio nos sonría
debemos sonreírle nosotros antes a él,
aunque lo veamos tan... tenebroso,
quizá extraño, inquietante
y turbio nos sonría
debemos sonreírle nosotros antes a él,
aunque lo veamos tan... tenebroso,
![]() |
Debemos sonreír al mundo, aunque lo veamos tenebroso e indiferente, porque así podremos seducirle y él nos sonreirá también. |
Si ese mundo tan gris que parece ignorarnos
puede ver nuestra sonrisa…
podremos seducirle y seguro, seguro
que él nos sonreirá también”
podremos seducirle y seguro, seguro
que él nos sonreirá también”
Y para despedirme, dejadme que
os quede estos versos que una vez os escribí:
Y vi en aquella sonrisa…
la música de una mirada,
el perfume de un aliento,
el color de una esperanza,
los sabores de un latido,
el beso de aquel alma
el dibujo de un sueño
la música de una mirada,
el perfume de un aliento,
el color de una esperanza,
los sabores de un latido,
el beso de aquel alma
el dibujo de un sueño
y el azul de mi añoranza.
Audrey fue capaz de sonreír a ese mundo lúgubre y sombrío
de rostro turbio e inquietante;
y fue capaz de cautivarlo con su magia,
con el perfume y la miel de sus ojos,
con su tímido y sereno semblante,
con su frágil pero serena belleza,
con la fascinación de su mirada
y su dulce y transparente sonrisa.
Y Audrey venció la indiferencia
del mundo y de sus colores oscuros.
Y el mundo quedó deslumbrado
... y le sonrió también.
-
Ángel González "Rusty Andecor"
No hay comentarios:
Publicar un comentario